Septiembre 2018
"Recuerdo otra noche. Era el último día de carnaval.
Hacía calor, como casi siempre en Río. Varios amigos, incluido Rafael, avanzábamos junto a miles de personas vestidos de blanco y dorado, llenos de purpurina, en un desfile callejero sin rumbo prefijado. Viemos do Egyto -vinimos de Egipto- era el nombre del bloco.
Una carroza repleta de parlantes -siempre la música- lideraba la caravana que partió de Cinelândia, nuevamente en el centro carioca, frente al cine Odeón; paseó por las calles del barrio nocturno de Lapa y cruzó por un puente curvo al Aterro de Flamengo, un parque urbano gigantesco que rodea el mar.
Cada tanto la carroza se detenía, el volumen de la música aumentaba y todos bailábamos frenéticos, sin noción del tiempo, sin conocernos, todos brillantes de blanco y dorado. Hasta Caetano Veloso escribió en su columna para un periódico sobre esa noche mágica e inusitada.
Volvimos por otro puente a las calles del barrio de Glória, y sin tener muy claro cómo, nuestro grupo de amigos estaba bailando dentro de un taller mecánico convertido en bar y galería de arte contemporáneo. Ese bloco es Río de Janeiro.
Uno sabe dónde empieza pero jamás imagina donde va a terminar.
Ese pequeño viaje por la ciudad en la última noche de carnaval me hace pensar en las fotos de Rafael. Brillantes y oscuras. Cargadas de enigma. Lúdicas. Poderosas.
Rafael retrató a Río como se retrata a un ser amado. Con pasión. Con paciencia. Con una curiosidad insaciable. Comió su tierra, aspiró su aire, se quemó con su fuego y encontró en el agua su cobijo, un remanso, una pausa.
Sus fotos tienen los cuatro elementos y Rafael, generoso, nos convida a entrar en el agua cada vez que necesitamos tomar aliento. Tal cual sucede con la ciudad.
Si Río no tuviera mar sería el infierno, o tal vez sería simplemente una ciudad normal. El mar tiene el efecto de esa palabra intraducible que Rafael sabiamente eligió para titular este libro, este homenaje; el mar es la mano con que Río nos hace cafuné, nos acaricia la cabeza con ternura, y es esa sensación, finalmente, la que perdura cuando tomamos distancia."
(Epilogo Fotolibro "Cafuné" por Ana Schlimovich)