Noviembre 2018
"Una de las verdades más dolorosas de las guerras de hoy es que casi todos sus muertos son civiles. Río de Janeiro es un ejemplo nítido de esa realidad. Los bandidos y los policías se matan entre ellos, pero en el camino dejan un reguero de cadáveres de jóvenes y niños y señoras y ancianos casi siempre pobres, estudiantes, jubilados, limpiadoras.
La más famosa víctima civil del conflicto sordo que se libra en Río fue, aún lo es, un albañil llamado Amarildo. No lo conocimos, pero sí a sus verdugos, aunque en aquel momento no lo sabíamos. Era el batallón de policía militar en Rocinha, una de las favelas convertidas en escenario de la matanza cotidiana. Sus soldados y oficiales se llenaban la boca hablando de paz ante mi cuaderno de notas, mientras Rafa los retrataba, desde la gota de sudor que les caía por la sien hasta la punta del fusil.
Meses después se supo que aquellos tipos de uniforme habían torturado y asesinado a Amarildo, cuyo cuerpo aún no se ha encontrado. De aquel trabajo, de aquella desgracia, salimos más maduros, aunque mi compañero se empeñaba en endurecer aún más su callo. Para él la cobertura no terminaba a la hora de encuadrar y hacer clic en medio de la favela: él vivía allí.
Durante varias temporadas esquivó la comodidad del asfalto y las playas, para sentir, siquiera de cerca, sus pasadas experiencias de vida en Afganistán o Haití.
Recuerdo su llegada, uno de esos eneros tórridos de Río. Venía con la adrenalina a flor de piel, pero a diferencia de tantos no llegaba con el paracaídas para hacer la mejor foto e irse. Él quería entender por qué un paraíso en eterno verano comparte el tiempo entre fiestas y ensaladas de tiros. Y a ello se puso, empotrado con la policía de élite en São Carlos, compartiendo con ellos angustias y tiroteos, o en los exorcismos de los evangélicos en los agujeros más oscuros de São Gonçalo, o en la línea de fuego de las manifestaciones antigubernamentales. No le alcanzó para cerrar su búsqueda. Así que empezó a darle la vuelta al calcetín para entender el doppelgänger carioca. Y fue así que emprendió un nuevo viaje..."
(Prólogo Fotolibro Cafuné por Arturo Lezcano)